Opinión
Un gobierno pensado para las personas
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- Publicado: 11 Julio 2019
Artículo de opinión de Javier Madrazo publicado en Noticias Obreras julio 2019.
Las elecciones generales celebradas el pasado mes de abril y los comicios municipales, autonómicos y europeos que han tenido lugar en mayo han puesto de manifiesto, entre otros aspectos, la pluralidad de la sociedad española y la consolidación del mapa político más abierto desde la instauración de la democracia, en el que conviven voces distintas, entre ellas la extrema derecha de Vox. Habrá que esperar una legislatura para saber si han venido para quedarse o son un accidente pasajero, que perderá fuerza y capacidad de influencia en los próximos cuatro años. Ojalá. Los discursos de sus representantes suponen un retroceso grave en derechos y libertades, que amenazan conquistas consolidadas que creíamos nadie podría cuestionar en pleno siglo XXI. Lamentablemente, el Partido Popular les ha erigido en sus socios naturales, incluso dándoles entrada en los gobiernos municipales, legitimando de este modo sus posicionamientos más reaccionarios.
Ciudadanos, por su parte, ha sido incapaz de negarse a un abrazo que terminará por ahogarle. Albert Rivera ha caído en una trampa de la que no podrá escapar fácilmente al haber unido sus votos a Vox. Un error que pagará antes o después y del que se beneficiará Casado, que siendo el gran perdedor de las elecciones de abril y mayo ha logrado, contra todo pronóstico, sobrevivir.
La derecha y la extrema derecha han demostrado, una vez más, su capacidad para suscribir acuerdos sin más objetivo que acceder al poder. Partido Popular, Ciudadanos y Vox han negociado sin problemas de fondo ni diferencias programáticas pactos de gobernabilidad, allí donde ha sido posible, porque los números lo permitían. La izquierda, mientras tanto, ha tardado en reaccionar, ante el estupor de su base social, en gran medida por el interés del PSOE en esperar un giro de timón de Ciudadanos, cuyo respaldo le garantizaría una cómoda mayoría absoluta y la adhesión del Ibex 35, la monarquía y la casta que existir existe en España, aunque Pablo Iglesias ya no la mencione.
Pedro Sánchez se resiste al entendimiento con Podemos, pese a que sabe que esta opción es la mejor valorada por su militancia y votantes. Basta recordar las consignas que coreaban en contra de un acercamiento PSOE-Ciudadanos la misma noche electoral en la calle Ferraz. Es cierto que Podemos no atraviesa un buen momento, lastrado por las divisiones en su seno, ni sus escaños son suficientes para apuntalar un ejecutivo estable, pero es igualmente cierto que suman 42 diputadas y diputados, y han demostrado lealtad; y por encima de todo, son la formación más sensible a las demandas ciudadanas.
La sociedad española tiene el derecho a recuperar la confianza en la política y en quienes la ejercen. Han sido y son muchos años de frustración, impotencia e indignación, que deberían tocar ya a su fin.
La crisis económica del año 2008 todavía está presente en nuestras mentes y continuamos aún pagando sus consecuencias. La desigualdad, la precariedad, la pérdida de poder adquisitivo y los recortes en prestaciones y servicios públicos son una realidad que no se puede ocultar, alardeando de una reducción del desempleo, basada en la temporalidad, los bajos salarios y las nuevas formas de esclavitud, que ahora hay quienes llaman empleo en un alarde claro de cinismo y manipulación.
El PSOE está llamado a liderar un nuevo ciclo y en sus manos está responder a las demandas ciudadanas o darles la espalda. No vale apelar a valores de progreso en campaña y después resistirse al diálogo con quienes están llamados a impulsarlos, por qué no, en un gobierno compartido. No cabe perder tiempo. Nos encontramos en una situación crítica, queramos admitirlo o no, que requiere unidad de acción entre las sensibilidades de izquierda. No se trata solo de superar el trámite de la investidura. Hace falta un programa que aborde los retos prioritarios del país y, por supuesto, que se cumpla.
El debate sobre la reivindicación de Catalunya del derecho a decidir su futuro, constituye, sin duda alguna, un elemento de fricción importante, que no puede prolongarse sine die. En esta nueva legislatura resulta razonable abogar por un diálogo sereno, responsable y efectivo, que permita buscar fórmulas que hagan posible alcanzar un acuerdo, explorando para ello propuestas de corte federal, confederal e incluso soberanías compartidas, capaces de satisfacer a todas las partes implicadas.
Persistir en la dinámica de la confrontación y el enfrentamiento estériles, sólo nos conduce a un callejón sin salida, que nos sitúa al borde del precipicio. La política con mayúsculas está obligada a diseñar soluciones y no a perpetuar los problemas. Las formaciones independentistas deben asumir la pluralidad de sentimientos e identidades en Catalunya, que las hay, del mismo modo que la sociedad española ha de ser receptiva a las aspiraciones de quienes desean poder decidir su futuro en libertad. En este camino no hay alternativas ni atajos. La democracia, si se quiere, ofrece opciones reales de pacto y convivencia, siempre que haya voluntad de avanzar y no de frenar o retroceder, como ocurre en la actualidad. Un Estado de corte federal o confederal podría ser un punto de partida interesante, que también daría respuesta a las demandas de otras comunidades autónomas como es el caso de Euskadi, por citar sólo un ejemplo.
Me preocupa, y mucho, que este tema condicione la agenda política y con intención o sin ella, oculte otros debates que inciden directamente en nuestras vidas. Cabría pensar que hay intereses oscuros en focalizar la atención en la pretendida independencia de Catalunya para obviar situaciones graves, como son, el desmantelamiento del estado del bienestar, las consecuencias del cambio climático, la igualdad plena entre hombres y mujeres, el sistema público de pensiones y el envejecimiento de la población, la calidad del empleo o el impacto en el mismo de la inteligencia artificial, que destruirá miles de puestos de trabajo en el futuro en España.
No podemos dar la espalda a éstas y a otras muchas realidades, que antes o después, se impondrán. El Gobierno de Pedro Sánchez tiene una tarea ingente por delante si pretende ganar respeto y credibilidad. Necesita socios para liderar una nueva etapa y en este punto sus únicos aliados están a su izquierda y en ningún caso a su derecha.
Por una vez, las formaciones más comprometidas con las personas y con sus sueños han de estar a la altura de las expectativas creadas y demostrar con hechos que el cambio no sólo es deseable sino también posible.